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Y a quién no le cuesta madrugar?



Y quién no ha llegado a la conclusión de que, a los que les cuesta levantarse, no es que han tenido una mala noche (no siempre), sino que se está tan a gustito en cama, en ese punto en el que las sabanas están hechas un ovillo y el colchón ha alcanzado el calorcito de madriguera, que dan ganas de llorar cuando de pronto suena el despertador.

En pro de la labor por levantarme temprano y haciendo acopio de mucha fuerza de voluntad, acabé utilizando tres despertadores... si destrozaba los dos primeros, siempre me quedaba el tercero, el cual colocaba más lejos para así obligarme a levantarme...

¿El resultado?... Los despertadores sin duda funcionaron, a las 8 en punto todas mis compañeras se habían levantado de sus camas... todas menos yo... porque pese a estar en pleno epicentro del ruído, mi concentración para permanecer dormida era mayor que el esfuerzo que ponían los relojes en despertarme.


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